24 diciembre, 2023

Atravieso un silencio

 Atravieso un silencio

pleno y diurno.

La brisa que lo recorre

trae un vuelo de zamuros

cuya meridional envergadura

lleva horas flotando,

deslizándose,

batiendo.


Más allá, 

murmullos de otras aves,

animadas expresiones de vida vocal,

se acercan.


Jugaré:

no imito al viento

pero cierro los ojos cuando el ave que se aleja se vuelve punto y desaparece.


No imito a la noche,

pero cierro los ojos para quitar el velo 

a la penumbra 

de este bosque.


No imito al sonido,

pero aquí, dentro, 

mi corazón es suave percusión

y mi respiración es roce aéreo

que transforma mi vuelo en compás.

06 julio, 2022

Sobre el instante

Tengo una certeza, un instante de plenitud que borra toda laceración. Las palabras desaparecieron de mi lengua y el pensamiento se detuvo. Deseo saborear la luminosidad de este bien. Pero, ya, ahora, ya no, la incertidumbre reanuda su insistente exploración del mundo, duda de lo visto y pretende lo oculto. La búsqueda está allí mordiendo el aire de nuevo. La virtud seduce pero es dual: descubrir es tener celos del futuro. El momento fugaz vibra en mí todavía con una luz que tiembla a lo lejos, ondeando la mano en despedida.

19 junio, 2022

Moody

 Rasgué la guitarra con una tristeza entubada en la garganta, así que cantar no funcionaba. 

Esta mañana deslumbrante despertó mis pies que aman la huida, pero yo nada quería ver, ninguna otra historia vivir en el camino, ningún vocablo resonar, ninguna respuesta pronunciar. Quise estar fuera de aquí, sin irme.

Amarré mis pies, entonces, pero dejé mis manos libres. Me deslicé, me arrastré a la oscuridad, me quedé en la cama para no perder la razón espacial, para no ceder al impulso inmediato que tenía en los pies, me cubrí bajo la sábana, cubrí mis ojos encandilados...solo cubrí aquello que invita a tocar y até eso que con independencia se retira. 

Es cierto, pero si, debo aprender a tocar, con miedo y con curiosidad de calor. Invidente. Me da miedo cegar la voluntad de mis manos que también andan y que dejan huellas, que quieren dejar huellas en pieles húmedas, en superficies descubiertas como seres cálidos, en territorios susceptibles de ser conquistados.

¿No es una superficie tímida un lugar de encuentro? ¿No son los labios un territorio cálido pero también agreste?  ¿No es el cuerpo un espacio para el silencio lo mismo que para el grito?

El candor se tropieza conmigo y me increpa a confiar. Yo me agazapo en este maldito telar sin nombre.

30 mayo, 2022

Algún atardecer

Algún atardecer que se ha tragado la noche, atrae todos los juncos que cuelgan en este patio junto a mi columpio.

Si están pendiendo, lánguidos e inmóviles, apenas temblando por una tenue brisa que desconoce la oscuridad, es porque es un lugar que ha sepultado los recuerdos y ha expulsado la vida activa que respira todos los días.

El columpio, trémulo y húmedo de lluvias y chubascos, ajeno al calor y al contacto infantil, se desdibuja en corrosión y moho. Ahora, quizás más tarde, tal vez al alba, sea árbol de nuevo.

23 mayo, 2022

En ese ángulo del tiempo

 En ese ángulo del tiempo en que floto en la penumbra, en esta noche también pedaleo al ritmo de un blues lento: las luces que alumbran el camino destellan en mi melancólica miopía mientras me deslizo suave en la calle negra, donde la fatiga ha desplazado a la alegría.


En esa curva del tiempo en que respiro nostalgia con la cadencia de un blues lento, la noche es fotografía e instante, toda existencia, todo contraste, un corte de vida que se mueve sin que pase mas que el sueño de una noche que regresa lenta, que se hunde en la neblina, que se suspende entre luces débiles. 


En ese recodo del tiempo donde la respiración desaparece y se evapora, donde el paisaje es del azul que la oscuridad allana, floto silenciosa y sin esconderme. Soy apenas un alma que vacila de sueño y proyectos de vuelo.

15 octubre, 2021

Historia de amor

 

El allanamiento de un cuarto solitario es un acto audaz. El mundo entero está allí esperando para asaltar al osado; para darle espejos y quitarle soliloquios.

Esta mañana entró alguien y no me vió. Miró alrededor, curioso. Quizás porque las cosas eran, para él, familiares. Lo eran de una manera extraña, que no hallaba corriente.

Yo lo observé toda su estadía. Ya no miraba alrededor, se encontraba en el detalle, entretenido como si hubiera encontrado un baúl, un pequeño museo en su interior.

Yo permanecí acostada en mi rincón de la cama, despierta, pero mi escena era onírica. Él siguió allí. Él tomó uno de mis libros y repasó sus páginas conocidas y leyó las frases que yo subrayé. Las leía como para escucharlas. Y se tendió en el piso. Tomó el libro y lo elevó estirando los brazos, leyendo aún. En un gesto de evocación colocó el libro cerrado en su pecho y sus brazos sobre él: uno y después el otro. Y así se durmió, tomado por la espera de la memoria, confiado.

Respiraba profundo y claro. Descansaba en casa.

16 marzo, 2020

Nicho de dioses

El balcón es la entrada.
Ruidos, estertores, gritos y armonías
llegan a mí.

Mi petición es simple:
que la nada no pueda trepar y acabar con el devenir,
que la agonía deje escuchar el gemido del tiempo,
el dolor se presente para marcar
y no se convierta en monotonía.

Venga a mí una coraza de mariposas,
suceda una revelación de silencio.
Sea el deslumbramiento una explosión de epifanías
y la vida secrete la sangre del verbo.

Así podríamos todos,
cada uno,
ser dioses.

Pero que no nos amen,
que sepan dejarnos.